La época de las plazas fuertes en el norte de África fue un tiempo épico, cuajado de acciones heroicas, mártires y renegados, galeras piratas, audaces incursiones, esclavos y monjes rescatadores, sultanes y reyes, presidios, asedios, alianzas, traiciones, derrotas y victorias.
Para recobrar los antiguos territorios cristianos del norte de África, España y Portugal crearon presidios y ciudades fortificadas en la Berbería, rodeados por grandes zonas en poder del Islam. Al mismo tiempo, la captura de esclavos europeos se convirtió en un lucrativo negocio para los piratas berberiscos y miles de cristianos se pudrían en sus prisiones.
El gran prestigio de la recién fundada Compañía de Jesús hizo que reyes y virreyes pidieran a los jesuitas que acompañasen a sus expediciones militares, atendieran espiritualmente a los habitantes de las plazas fuertes o ayudaran a redimir cautivos cristianos. Los jesuitas, sin tener experiencia en el norte de África, emplearon allí su considerable celo apostólico y cosecharon frutos de conversión, vuelta a la fe de los alejados, consuelo de cautivos, atención a los enfermos y confesiones in articulo mortis.
El destino trágico de las plazas fuertes españolas y portuguesas en el norte de África no impidió que se escribieran en ellas páginas gloriosas, tanto desde el punto de vista militar como desde el espiritual. La Compañía de Jesús participó con fe, valentía y sufrimientos en algunas de esas páginas y justo es que se conozca su obra.
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